Anónimos


(Hiperrealismo USA. Robert Neffson) 

En esta encrucijada tendrías que aguzar la vista para distinguir rostros, actitudes, gestos, personas. La ciudad ofrece un perfil diáfano, en el que los edificios apabullan, en el que las ventanas semejan ojos que no ven y el suelo un enorme espejo donde no mirarse. La gente se mueve, pasea, se afana, busca y recorre al tiempo que la luz se define inmisericorde sobre ellos. No hay nadie que atienda al espectador que, como yo, quiere descifrar alguna cosa de estas vidas ajenas. 

Pero todo tiene sus ventajas. Puedes cruzar de uno a otro lado sin que nadie repare en tu tristeza, en tu euforia, en tus miedos, en ese aire tosco que te gastas a veces con la vida, en tu mirada ausente, en tu cobardía sin razones. Puedes ser alguien que no posee siquiera un nombre, que no tiene una historia previa, que no se ha balanceado en el transcurso del tiempo, que no ha perdido nada. Esa eres tú si te atreves a llegar a este lugar innominado. 

Los seres anónimos guardan trazos de poesía y también se prestan al odio y a la indiferencia. En ocasiones lanzan con estruendo toda su artillería sobre la felicidad y la conviertan en basura. Otras veces, se vuelven a sí mismos y se ocultan, como si el mundo no girara con ellos, como si todo estuviera tasado y convertido en una venta sin beneficios. Así es el anonimato y así brujulean en las ciudades fantasmas los corazones perdidos que no ansían sino el silencio. 

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