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Mostrando entradas de julio, 2016

"Nada crece a la luz de la luna" de Torborg Nedreaas

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El sueño de una buena narradora es encontrar a alguien que la escuche. Sentarse a desgranar las horas y los días, los hechos del pasado, el anhelo que el futuro está esperando aún a cumplir. Contar es tan antiguo como el hombre y sirve el mismo verbo para las matemáticas y el lenguaje. Contar cuentos, contar cantidades. Esa polisemia lo convierte en un hallazgo, en un camino cierto para lograr el milagro de la comunicación. La mujer de este libro tiene cosas que decir, cuentas que ajustar, paraísos que descubrir, errores que pagar. Solo necesita un oyente, alguien que, en la oscuridad de la noche primero y en la fría madrugada después, se apropie del sonido de su voz mientras enumera esos momentos de su vida que la han convertido en lo que es. Como una Sherezade que quisiera  borrar de un plumazo los cuentos y sustituirlos por los retazos de una vida rota. Es así como Torborg Nedreaas ha concebido su historia. Es así como transcurre. El secreto está en lo que se cuenta y tambié

Qué silencio de luna presagiado...

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(Fotografía: Henri Cartier-Bresson) Búsqueda inexistente, un presagio, la inocencia perdida, cuántas cosas te dije, te conté, describí ante tus ojos. Las anchas escaleras del pasado se convirtieron en pasaje secreto en el que escondes todo lo que daña, lo que no hace sonrisas, lo que destruye el tiempo. Así, contigo en esa abierta dicha, como si nada antes tuviera color, sabor o sueño, así de firme y clara me he mostrado ante ti.  Abrí de par en par mi vida y la puse delante de tus ojos. Todas las noches subía la enredadera de tu mirada única, de tu ardor diferente. Deseé que me besaras, pero no fue posible. No hubo nada, ni tan solo caricias. No hubo nada, ni tan solo silencio. Nada, ni ese momento en el aire suspendido en el que hallas al otro lado un fuego abrasador que te conmueve. Nada. Ese es tu nombre, nada. 

El aire se llevó tu nombre

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(Henri Cartier-Bresson. Mercado do Bolhao. Portugal)  Tuve un sueño en el que tú no estabas. En lugar de apreciar tu huella efímera, tu rostro amado, estaba él, un muchacho al que apenas conozco, alguien que me ha mirado como tú nunca has hecho. En el sueño las cosas encajaban. Los vestidos, de telas transparentes; el color de la noche, tan opaco como suele ser el verano cuando el calor arrecia; la caída de la lluvia, en ese arco pálido de luz cuajado de brillantes arquetipos. Todo tenía sentido y él también. Tan solo tú, tan solo tu presencia jamás imaginada, el hueco presentido de tu aliento, tu olor que no conozco y nunca identifico, solo tú, ese especial latido que encuadra tu mejilla, solo eso se ocultaba, como las viejas sombras de Manderley al lado del fuego que lo arrasa, entretanto te miro y no te hallo.  Debe de ser amor esta nostalgia de no haberte tenido y no escucharte. 

Novedades de Acantilado para el otoño de 2016

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La editorial Acantilado ha lanzado ya la primicia acerca de los libros que saldrán a la luz en este sello durante los meses septiembre, octubre y noviembre de 2016. Entre las novedades anunciadas hay algunas que me resultan de especial interés: "Noche es el día" de Peter Stamm, por ejemplo. También "Tardía fama" de Arthur Schnitzler, ambos en septiembre. En el mes de octubre destaco una entrega de Georges Simenon "El muerto de Maigret" o la correspondencia entre Friderike y Stefan Zweig. Por último, en noviembre aparecen "Domingo sombrío" de Alice Zeniter y "Amores imperfectos" de Hiromi Kawakami, entre otros.  Uno de los libros me llama especialmente la atención. Se trata de "Amor y filología" y recoge la relación epistolar entre María Rosa Lida y Yakov Malkiel. Ambos filólogos se casaron en 1948 en Berkeley. La historia de María Rosa Lida es especialmente interesante y de ella daban cumplida cuenta en la universidad

El ruido solitario del corazón

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(Aristide Maillol. Profil de femme. 1890) Estás cerca del mar y aun lejos, inaccesible, sin que puedas verlo ni tocarlo, su música aparece en cada una de las olas que golpean con diminuta fuerza en esa orilla. Nunca el mar ha estado en su telón de fondo. Nunca en sus encuentros existió. Y, sin embargo, el mar se lo recuerda a cada instante, como si lo llevara en su pupila, como si sus palabras se dijeran mezcladas con las suyas, como si el eco de su voz palpitara tan dentro.  Estás en la colina, contemplando el silencio que a veces trae el estío y un aire inmaculado te recuerda sus ojos, su mirada, que tiene ya un cansancio que destila y que te hace quererlo más profundo. Una ensenada de besos volaría si pudiera y se aposentaría en su mejilla izquierda y las manos tendrían el vuelo de las noches, antes de que el reloj señale la hora exacta del adiós y la pérdida.  Estás en la ciudad y siempre esperas que aparezca en un recodo, que se convierta en presencia y te aturda