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Mostrando entradas de junio, 2016

Cuentos para Francine van Hove: Click

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(Francine van Hove) Nunca lo hubiera hecho. Jamás. Si pudiera volver atrás y borrar ese acto. Ese simple gesto, ese sonido tenue, ese momento en el que el pasado volvió para convertirse en un presente tenso y sin futuro. Ojalá nunca lo hubiera hecho. Nunca hubiera escrito las primeras palabras, nunca hubiera abierto un corazón perdido, nunca hubiera regalado esos versos, ni contado esas historias.  No debió haberlo hecho. Ella tenía la soledad anclada en las manos pero era preferible a una mentira. Era preferible al miedo de equivocarse. Era preferible a la ostentación de algo que nunca alcanzaría, que nunca sería suyo. Ese dolor de la risa ajena. Esa imaginación de la dicha. Ese vuelco en el corazón por el secreto que aparece de pronto.  Nunca lo hubiera hecho. Es mejor el vacío, el mejor el silencio, es mejor no esperar, no tener, no sentir, no ser, no cavilar, no soñar, no mirar, no saltar de la cama, no saltar de alegría, no salir prendida de un deseo, no tener un d

A veces, el silencio...

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(Ramón Casas) No te dejes llevar por mi sonrisa ni por esa inquietante mirada de mis ojos ni por el movimiento de mis manos ni el rojo intenso de mi lápiz de labios. Más bien fíjate en el silencio en las horas que paso sin hablarte en los huecos que dejo entre palabras en las oraciones inconclusas y ajenas de sentido. Repara en todo eso hoy que ya sabes que tiemblo solo de tenerte cerca que busco ser, al menos una hora, el motivo fugaz de una ilusión sin límites. 

Tarde azul sobre un tiempo dorado

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(Pintura de Ramón Casas) Recuérdalo recuérdalo en el próximo otoño cuando los días sean cortos y largas las noches cuando el desasosiego llegue y se alejen las distracciones cuando algún acontecimiento te haga necesaria.  Recuérdalo recuérdalo en las noches de soledad cuando una punzada de ausencia lo inunde todo cuando se espere tan poco que la vida no cubra cuando no haya donde mirar ni mirarse. Recuérdalo  recuerda este dolor de ahora recuerda que este vacío existe y tiene nombres recuerda que eres tan solo un instrumento un juguete perdido, una moneda sin valor. Recuérdalo recuerda que los instantes se clavan en el alma recuerda que no tienes donde volver los ojos que su hombro no está para llorar ni besan sus labios, ni sus manos acarician.  No dejes de recordarlo porque de esa manera el olvido tendrá un camino abierto así un día tus ojos dejarán de soñar con su mirada esquiva así no dolerán sus adioses ni su indiferenc

No me dejes

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Sonaba una canción en francés. El cantante tenía la voz trémula, gastada, como si de verdad sintiera lo que la copla decía. Es la música, piensa ella, que te hace encontrarte de frente con lo que no quieres saber ni ver. Así es la música, una manera única de levantar el ánimo o de hundirlo del todo.  No me dejes, decía aquella voz. No me dejes, pensaba ella. Es imposible que me olvides. No puede haber cambiado tanto de ayer a hoy. No pueden haberse sembrado mentiras donde antes hubo sueños. No es posible que hoy sea olvido lo que ayer se vistió de esperanza. No me olvides y, sobre todo, no me dejes.  La voz se va agostando, se termina y la música cesa. Todo se para. El mundo se ha parado de repente. Ella recoge la tristeza con las manos, se arropa y se devuelve una sonrisa en el espejo. La sonrisa confirma lo que ya ha adivinado de antemano. No me dejes, repite, no me olvides, no puedes olvidarme. Soy la misma persona, piensa ella. Mi risa es la misma y son las mismas estas

Aire breve

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(Mujer de vestido rojo. Ramón Casas) Cuando la vida se escribe en letra mayúscula y los acentos recaen siempre en la misma palabra, cuando las horas transcurren como olas marchando y regresando de continuo a modo de canción de una sola estrofa... es entonces cuando entiendo que la nostalgia prende que las manos se curvan, que los ojos se llenan de una velada penumbra sin secretos de un resplandor fugaz de una victoria que no sé describir sin hablar de besos encendidos.  Cuelgo entonces en mis labios la risa como una máscara de un teatro inventado callada soledad, abierta, plena, difusa soledad en lo que soy, mastico el nombre que te di al tenerte maldito corazón, vigilia rota, dentro de esa razón hallo un secreto que no sabes, ni sé, ni se comparte,  que no está, que no existe, que no es nada salvo aire, la tenue sombra anclada en el vacío. 

"La librería ambulante" de Christopher Morley

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Este libro se editó en España, con Periférica, en el año 2012, pero el que tengo en mis manos es la décima reimpresión que se hizo en abril de 2016. En otro lugar de este blog reseñé la segunda parte "La librería encantada". Entonces hubo lectores que me comentaron que les había gustado más este de ahora. Cuestión de gustos. En todo caso, todo Morley y su ingenio están aquí y allí.  Roger Mifflin, el librero, y la señorita Helen McGill, son los protagonistas de esta historia, un clásico de la literatura norteamericana que vio la luz por vez primera en 1917. Personajes tiernos, entrañables, dotados de ingenio y de una ligereza que no es simpleza sino aguda observación y un sentido práctico de la vida que los lleva a encontrar en los libros todo aquello que la cotidianeidad a veces oculta. Hondas reflexiones, ironía, gracia muy especial, movimientos pendulares de razonamientos que te hacen reír sin más, espectaculares diálogos y el poso hondo de la literatura en su relac

Puentes

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(Puente de La Pepa, Cádiz)  Con el mar en calma, en esos raros días en que el viento, los vientos, hacen vacaciones. Con el sur dispuesto a arrojar lluvia. Con el levante en acción, faldas al aire, cabellos en la cara, arenas imposibles. Con el poniente, húmedo, pegado a los ojos, desértico de grados.... De todas las maneras y en todas las músicas posibles, los puentes, este puente y su hermano mayor, sobre la anchurosa bahía, lentos para construirse, firmes para sostenerse, hambrientos de anécdotas y sueños, los puentes sobre la bahía se yerguen y levantan el sueño de que la tierra vuela sobre el mar.  Cruzas los puentes como un trasunto de la vida. Recorres sus aristas, sus elevaciones; observas su rápido vaivén, sus cimientos volátiles. Cruzas los puentes y te encuentras contigo. A uno y a otro lado de su territorio estás tú. No puedes escaparte. Ni siquiera intentarlo. Así te ves, de niña presurosa, de joven a la espera, de mujer todavía en el aire la búsqueda. 

Si te hago una pregunta, se hunde el mundo

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Tendré todos los besos que no diste los versos que escribieron en el aire antes que tú, sin duda,  los que te precedieron en mi alma,  un enjambre de abrazos florecidos. Tendré, seguro, el tiempo que gastaste en buscarme una ecuación de sueños al cuadrado. Tendré, lo tendré todo, pero no será ahora ni será mañana no anunciado, ni firme ni en penumbra sino más bien oscuro, temido, acuciando sonrisas. Así será, mas ni siquiera tú, ni siquiera tu rostro ni tú, ni tus manos siquiera, ni tu boca, ni tú, ni tú nada dirás, ni tú te darás cuenta y en presentido afán volcaré este silencio escrito ahora, sin más luz que la tuya. 

Inocencia enamorada

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Hay editoriales de las que puedes leerlo todo. Una de ellas es Libros del Asteroide. Me fío completamente de su criterio, como si fuera una amiga que es tan buena lectora que siempre te aconseja que leas algo bueno. Algo especial. Como en las bodas: algo azul, algo viejo, algo nuevo, algo prestado. Por cierto: ¿por qué en mis bodas no hubo nada de eso? Ese "algo" es, en esta ocasión, "Un amor que destruye ciudades" la primera obra traducida al castellano de la escritora china Eileen Chang. Con esa deliciosa forma de nombrar que usan los orientales a partir de los ordinales: la primera hermana, la segunda amiga, la tercera abuela, el cuarto señor.... Eileen Chang es una más de las escritoras que llegan a mí, como si fueran palomas que vuelan solitarias y sin rumbo, para ser descubiertas y acogidas sin remedio. Voces de mujeres que escribieron, algunas silenciadas, otras olvidadas, las más, tenuemente obviadas del mundo masculino de los best. Podía contar

Leyéndote...

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(Francine van Hove. París, 1942) Esplendorosa, directa al corazón, tu palabra, ella sola, tu palabra. Eco de ti, nombrado, único, sed de silencio que no es ni se convierte en nada.  Tu palabra. La amé antes de conocerte y la amo todavía,  aunque las rosas se hayan marchitado, aunque el alma me duela de repente. Tu palabra ya en ti, en cualquier cosa. Lo tibio de tu voz, vocabulario, inventos, giros, equivocaciones, tu palabra perdida me duele como el llanto.  La espero pero nunca me aparece, no llega no está, no se acerca, no emerge,  tu palabra, ni tú, ya no te espero, no la espero, no es, no existe,  ya no soy. 

Si tú estuvieras...

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En esa hora calma del atardecer cuando el sol pasa de súbito del azul al rojo cuando el agua parece vibrar y convertirse en ascua es entonces cuando miro a mi alrededor y descubro las sillas vacías y el silencio. La ciudad se estremece esperando la noche esa vaga promesa de encuentros y de besos mientras el horizonte se tiñe de ojos claros de nubes convertidas en simientes apenas horadadas de tiempo sin raíces. Así tú ya no estás. No queda  nada de lo que fuiste ni palabras ni ecos ni emoticonos no hay nada y la pantalla permanece vacía sin lágrimas ni risas, en total soledad,  total desgana.  Si tú estuvieras, estallaría un enjambre de besos imposibles  contaríamos historias que nunca tendrían fin y un sueño inmaculado a veces inconstante otras veces dorado, otras de tinta azul en tantas soledades terminaríamos siendo tú y yo como otras noches como otros días ayer. 

"Las pequeñas virtudes" de Natalia Ginzburg

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Hay por algún sitio de este blog noticia de otros libros de Natalia Ginzburg (1916-1991). Italiana de Palermo ha dejado una obra compuesta de relatos, novelas, teatro, biografías y ensayos. Al repasar su vida no pueden dejar de mencionarse los nombres de Leone Ginzburg, su marido, que murió a manos de los nazis en 1944 y de su gran amigo y colaborador en la editora cultural Einaudi, Cesare Pavese. Pavese era tan buen escritor como hombre atormentado, alejado siempre de la felicidad y del concepto de rutina tranquila que el hombre ansía para sobrevivir. Su desequilibrio existencial le llevó al suicidio. Por su parte, Leone, tras haber fundado Einaudi junto con Pavese y el propio Giulio Einaudi, murió atrozmente torturado.  El paisaje personal y sentimental de Natalia está poblado, pues, de dolor. Un dolor que ella conjura, o pretende hacerlo, con la escritura, con la literatura como medio de expresión y de redención. Una manera de situar a los fantasmas de su vida en un lugar

Queriendo no pensarte

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(Modigliani) Hay cosas, cada día, que no pueden dejarse por más que exista el frío o que el calor apriete o que la lluvia baile y lance su sonido contra el cristal que guarda tus instantes de cielo; hay cosas que realizas automáticamente usar la nutritiva, ponerte la hidratante, el contorno de ojos, el labial, el perfume, a pesar de que el sueño te venza en ocasiones a pesar de que el tiempo te corra más aprisa... Hay cosas que sostienen tu inmenso y cotidiano temblor de cada tarde o el sol de las tormentas y buscas entre ellas un motivo aparente para que nada cambie, para que te asegure que el alba es un capítulo que se escribe sin hache y tú devuelves todo a la vida que fuiste... Entre las cosas, todas, están las que no quieres, están de las que huyes, están las que lastiman. Están tus ojos quietos, está tu boca firme, están tus manos blancas, está tu cuerpo frío,  están tus oquedades, están tus sinsabores y también tus constantes, absolutas men

La noticia ha llegado por teléfono...

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El calor del mediodía se ha visto interrumpido por ese sonido hosco, que parece anunciar siempre algo inconveniente, salvo cuando, detrás del aparato, está la voz que deseas oír, esa que ya no suena nunca.  Alguien, entre sollozos, un familiar cercano, te acerca la noticia y te lo cuenta a media voz, como si nos estuviera grabando el CNI y no hubiera de dejarse constancia de nada. Es una nota íntima, familiar, un susurro, un algo que a pocos importa, salvo a los que lo conocimos y a los que, durante algunos años, compartimos con él juegos, risas y charcos tras la lluvia.  Agustín ha muerto, dicen las palabras. Agustín, tan joven y con tanta vitalidad, tan risueño, tan lleno de ese aire permanente de duda, tan supuestamente dado a la vida, Agustín, ha muerto, vuelven a repetir esta vez los ecos. Agustín, que tenía hijos y esposa y que disfrutaba del campo como del agua para beber y que era bastante arisco para los besos y algo tosco para expresar los amores y dificultoso pa

En Cuba comienza el deshielo

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Si eres Presidente de los Estados Unidos de América y te conceden el Premio Nobel de la Paz a poco de comenzar tu primer mandato tienes la obligación moral de hacer algo, de dejar alguna impronta, un sello, una seña de identidad que te sitúe en la historia política de tu país, o, lo que viene a ser casi lo mismo, del mundo. Y debes hacerlo al final de tu segundo mandato, lo que evitará repercusiones negativas. Los presidentes de Estados Unidos llevan la fecha de caducidad marcada con tinta indeleble y su aventurerismo de final de etapa casa muy bien con su propio papel en el ámbito de la geopolítica. Así que  Barak Obama  ha aterrizado por cuarenta y ocho horas en La Habana, la capital de Cuba, con la doble intención de fijar su nombre en la historia y de conseguir que los empresarios estadounidenses hagan negocio. Todo, pues, encaja. El régimen cubano, que quiere legitimarse como sea, recibe con los brazos abiertos al primer presidente americano que pisa la isla desde hace 88 a

Cosas de mujeres

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(Liu Yifei. Chinesse Actress)  Hay una lucha por la igualdad que está basada en medidas cosméticas, en lenguajes duplicados y en actitudes de cara a la galería. Hay otra que es más difícil de apreciar, porque se centra en esfuerzos individuales o de pequeños colectivos y consiste en no renunciar a nada por ser una mujer. Y hay una tercera, la más efectiva, que parte de un cambio estructural y legal y que se acompaña de una nueva mentalidad. Se llama “cambiar el chip”. Ver las cosas desde otra óptica, nada mediática ni novelera, sino seria, rigurosa, continuada y sensata. Discutir el derecho a la igualdad entre hombres y mujeres a estas alturas de la civilización occidental (en el resto de civilizaciones el panorama pinta peor) es cosa innecesaria, baladí, fuera de tema. Todos estamos de acuerdo en que no pueden existir diferencias en razón del sexo o el género, como llamarse quiera. Otra cosa distinta es sustanciar esto en la vida real, permitir que la existencia cotidi

Prohibido leer a Jane Austen

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Una de sus amigas se lo dijo en cierta ocasión. "Tienes el cuello torcido, como las Modigliani". Amiga vengativa, envidiosa, una de esas brujas que aspiran a zorras con el paso del tiempo y se titulan cum laude. Se llamaba Margarita y la odiaba. La odiaba porque ella no se daba cuenta de ese odio y sobrevolaba por él sin ensuciarse la ropa ni el gesto.  Pero aquella frase dicha con mala uva no le molestaba. Le encantaba Modigliani y sus mujeres, esas caras de lápiz ladeadas, las bocas curvas y rojas, los coloretes destacados sobre las mejillas y los ojos sin mirar a ningún sitio. A veces ella seguía su ejemplo. Se colocaba en un banco en el andén de la vieja estación del tren del pueblo y cerraba los ojos. Solamente podía oír el susurro de los pies cruzándolo y el aviso del tren, pero no percibía imágenes ni gestos.  Ella era una niña inteligente y se convirtió en una mujer inteligente. Las mujeres inteligentes son peligrosas. Crecen en un mundo que ellas creen d

Cállate....

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En aquel primer colegio la profesora destilaba alegría. Parecía volar por encima de sus tacones. Era chiquitita y llevaba las uñas largas, perfectamente pintadas de rojo, muy femeninas. Cogía los lápices con gesto elegante y se movía entre las mesas observando cuadernos y libros. Canturreaba suavemente una canción y movía las caderas al compás de su paseo por el suelo de mármol del aula, a la que se abrían dos enormes ventanales.  Era la profesora ideal, la que te entiende, la que nunca te manda callar, la que te impulsa a que hagas ese papel en la función de teatro, y te dice que escribas cuentos y que se los des para leerlos, y te anima a cantar en el coro..Llegas a creerte así que tus palabras tienen un don y deseas compartirlo. Y entras en el paraíso prohibido de los pensamientos y quieres traslucirlos a ideas y a palabras, a sonidos que surquen la tarde azul y las mañanas grises.  Después de eso, abandonado ya el firme y dorado nido del primer colegio, todo el mundo

Cosas que nunca haré (contigo)

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Mirarnos tiernamente en la terraza solitaria de un cafetín de Uzès. Sentir las manos sudorosas de caminar unidos por la tierra calma y severa de la Provenza francesa. Emocionarnos con la ruta de Austen, desde Steventon, a Bath y a Chawton. Contarte sus historias como si fuera yo la que las escribiera en el tiempo pasado. Amanecer en la Riviera, a la orilla del mar, y descubrir el color de la vela más alta de ese barco a lo lejos. Pasar la noche en vela, en una poussada portuguesa, adivinando el sonido de tu cuerpo al latir y al abrazarnos. Juntar nuestras cabezas una noche de cine de verano, tendidos en la arena, bajo la atenta luz de las estrellas, en La Misericordia, con el Mediterráneo de testigo. Pasear por la playa sintiendo que los pies se clavan en la arena y, en la espalda, el suave roce, la presión de tus manos, sólidas pero tiernas, pero vivas. Oír tus confidencias en una noche oscura del más feroz invierno, junto a una chimenea, en un lugar mediano del centro de las cos

Era tu risa el pájaro que alumbraba mis días...

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Yo siento que tu risa es mi mayor regalo. Sonríes y me parece que vuelas a lo alto. Y que escribes mi nombre con letras invisibles. Y que guardas el sueño más hondo en tus pupilas.  Así comprendo todo, incluso lo lejano. Incluso la mentira. Incluso la distancia. Si es tu risa el espejo que escribes mientras hablas, entonces te recibo y no vuelve la pena.  Amor, estamos tristes, estamos derrotados. Nos arde el corazón de no tenernos cerca. Nos duelen las espinas de un rosal que se nutre de la sangre que vuelcan los ojos que no vemos.  Te quiero tanto, amor, que desando oquedades, que despido caminos, que derroto nocturnos amaneceres plenos del sabor de las lágrimas, que se vierten, amor, por lo que nunca fuimos. 

"La renuncia" de Edith Wharton

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Edith Wharton (1862-1937) es una de mis escritoras de cabecera. Su sutileza elegante, su frialdad cósmica  y sosegada, esa mezcla de corazón y pensamiento firme, sus descripciones, su análisis irónico de las clases sociales, sus personajes plenos de fondo y forma en un duelo perfecto...todo lo que ella escribe me emociona.  "La edad de la inocencia" de 1920, ganadora del Pulitzer, es el buque-insignia que la representa. Pero escribió otras muchas cosas, entre ellas deliciosos libros de viajes. Siento especial debilidad por otros dos libros suyos: "Estío", con ese maravilloso arranque (algún día podría escribir un libro con los inicios más encantadores de la literatura que me gusta) y "La solterona", agridulce novelita que tiene tanto guardado a pesar de que sus páginas son escasas.  Aquí al lado tengo "La renuncia", una joya entre las suyas, que, en esta ocasión y en esta edición contiene un pequeño pero interesante regalo: la introduc

Abril si está contigo...

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Mi corazón abrilea cada vez que me llegan tus palabras, todas ellas fértiles, aunque tristes en ocasiones. Demasiadas salen de tu penumbra, de esa zona oscura en la que habitas sin remedio. Sin embargo, cuando vuelan y se remontan en el espacio virtual en el que somos, todas ellas parecen adquirir un hálito de vida. Esa vida es la que me recibe cuando escucho en Abril que hay violetas que mueren apenas nacidas. Abril se equivoca cuando intenta convertirse en un julio deshabitado. Cuando las lluvias se esconden y no quieren ensuciar el fino estambre de un pavimento seco. 

Tú no tienes corazón

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Las consultas de los psiquiatras, los psicólogos y los terapeutas están colmadas de pacientes en busca de claves para superar la crisis emocional subsiguiente a un desengaño amoroso. Son muchas las variantes que este puede presentar: abandono, infidelidad, cansancio, amor no correspondido, amantes que se cansan, amigos que quieren ser otra cosa...En este berenjenal de las emociones se encuentran, sin carnet y sin permiso, tanto las personas "normales", que tienen una forma de vivir y expresar el sufrimiento con pautas sanas, y otra curiosa gente que obedece a tipologías peculiares pero que, como no son cojos o ciegos, no los advertirnos a simple vista.  Están los narcisistas, los egocéntricos, los ególatras, los egoístas, los misóginos, están los depredadores sexuales, los minusválidos emocionales, los inmaduros, toda una fauna extremadamente volátil que se mueve a veces de una a otra consideración, mezclando varias y, en todos los casos, generando relaciones patol