Ir al contenido principal

Jane Austen: una isla literaria


("Retrato de una dama" de Henri François Mulard. 1810)

Las damas de la época georgiana, tal la de este retrato, vestían de muselina, con talle imperio, llevaban zapatos o botines bajos y se adornaban con guantes, chales y pañuelos al cuello. El pañuelo solía ser de encaje o también de muselina de un tono parecido al vestido. Este era de colores claros, sobre todo para asistir a los bailes, que se iluminaban con velas y que, si la mujer vestía de oscuro, la convertía en invisible. Su peinado era un recogido con bucles delanteros y el maquillaje ofrecía una tez muy blanca con los labios rojos marcados, en forma de corazón. Herencia clara de la moda francesa, así era la moda en los libros de Jane Austen, cuya vida coincide con este período de la historia inglesa, intermedio entre el romanticismo y la época victoriana. 

Sin reparar demasiado en fechas y estilos hay un gran número de lectores que identifican a Austen con una escritora romántica. Pero esto constituye un error de apreciación fácilmente desmontable si uno lee sus libros con atención y repara en el panorama literario inglés en lo que respecta a la novela. Este género comenzó con las obras de Daniel Dafoe ("Robinson Crusoe" y "Moll Flanders") y de Jonathan Swift ("Los viajes de Gulliver"). Estamos en el principio del siglo XVIII y se trata de obras de aventuras. En la década de 1740 aparecen las novelas fundacionales de la literatura inglesa, en el género epistolar "Pamela" de Samuel Richardson y "Tom Jones" en la picaresca realista, de Henry Fielding. Esta última novela era muy apreciada por Jane Austen

El escritor Samuel Johnson, de gran importancia en el conjunto de la novela inglesa, publica en 1759 una suerte de obra exótica "Rasselas, príncipe de Abisinia" y en los años siguientes conocemos a cuatro escritores, cada uno de los cuales hace una importante aportación al género novelístico inglés: Lawrence Sterne con su "Tristan Shandy", Tobías Smollet, que refleja en sus obras un retrato social de la época; Oliver Goldsmith y Horace Walpole, creador de la novela gótica con "El castillo de Otranto". 

A finales del siglo XVIII es el movimiento romántico el que tomará el relevo, con nombres señeros como Ann Radcliffe, Mary Wollstonecraft, William Godwin, Sir Walter Scott o Mary Shelley. Historias caballerescas, amores trágicos o relatos de fantasmas, todo cabe en este período. 

Ya en la época victoriana, tras el paréntesis conocido como época georgiana, aparece la novela en folletines, publicaciones de pocas páginas en periódicos y revistas, cuyos autores eran Charlotte o Emily Brontë, Elizabeth Gaskell, George Elliot o Charles Dickens. 

Es precisamente en la época georgiana, es decir, entre los románticos y los victorianos, donde se inscribe la persona y la obra de Jane Austen. Sus libros son una isla con respecto a todos los demás. Rompe con el esquema tradicional de valores de la novela anterior, introduce elementos de modernidad y crea personajes y acciones que no se corresponden con los románticos ni serán continuados, salvo someramente, por los victorianos. La novela de Jane Austen entronca más con las épocas fundacionales inglesas que con la inmediatamente anterior. Y hay algunos aspectos que son suyos: la ironía, el sentido del humor, el papel de la mujer. Es verdad que no se trata de una obra monolítica y que en cada una de sus novelas subyace una intención casi oculta, incluso de parodia (como "La Abadía de Northanger" que es una especie de acercamiento personal al género gótico), pero, por eso mismo, no puede encuadrarse en ningún movimiento anterior ni posterior. 

Los protagonistas de Austen son personas normales, no héroes, ni aristócratas, la gentry, la baja nobleza rural. Los asuntos que trata son sencillos y cotidianos, el amor, casarse, las herencias, las disputas familiares...No hay grandilocuencia en ellos. Tampoco observamos prolijas descripciones de paisajes ni de casas ni de ciudades, lo que importa son las emociones y cómo las viven esos personajes. Son libros minimalistas en cuanto al sentido descriptivo. No existe en ellos el desgarro de sentimientos, el sufrimiento de las tragedias románticas, ni la fantasmagoría, ni las aventuras, sino simple, sencilla y llana vida normal. Es un realismo emocional que antecede la modernidad y que hace que sean clásicas y no parezcan antiguas. Como las obras de Shakespeare. 

Comentarios

Entradas populares de este blog

"Baumgartner" de Paul Auster

  Ha salido un nuevo libro de Paul Auster. Algunos lectores parece que han cerrado ya su relación con él y así lo comentaban. Han leído cuatro o cinco de sus libros y luego les ha parecido que todo era repetitivo y poco interesante. Muchos autores tienen ese mismo problema. O son demasiado prolíficos o las ideas se les quedan cortas. Es muy difícil mantener una larga trayectoria a base de obras maestras. En algunos casos se pierde la cabeza completamente a la hora de darse cuenta de que no todo vale.  Pero "Baumgartner" tiene un comienzo apasionante. Tan sencillo como lo es la vida cotidiana y tan potente como sucede cuando una persona es consciente de que las cosas que antes hacía ahora le cuestan un enorme trabajo y ha de empezar a depender de otros. La vejez es una mala opción pero no la peor, parece decirnos Auster. Si llegas a viejo, verás cómo las estrellas se oscurecen, pero si no llegas, entonces te perderás tantas cosas que desearás envejecer.  La verdadera pérdida d

“El dilema de Neo“ de David Cerdá

  Mi padre nos enseñó la importancia de cumplir los compromisos adquiridos y mi madre a echar siempre una mirada irónica, humorística, a las circunstancias de la vida. Eran muy distintos. Sin embargo, supieron crear intuitivamente un universo cohesionado a la hora de educar a sus muchísimos hijos. Si alguno de nosotros no maneja bien esas enseñanzas no es culpa de ellos sino de la imperfección natural de los seres humanos. En ese universo había palabras fetiche. Una era la libertad, otra la bondad, otra la responsabilidad, otra la compasión, otra el honor. Lo he recordado leyendo El dilema de Neo.  A mí me gusta el arranque de este libro. Digamos, su leit motiv. Su preocupación porque seamos personas libres con todo lo que esa libertad conlleva. Buen juicio, una dosis de esperanza nada desdeñable, capacidad para construir nuestras vidas y una sana comunicación con el prójimo. Creo que la palabra “prójimo“ está antigua, devaluada, no se lleva. Pero es lo exacto, me parece. Y es importan

Ripley

  La excepcional Patricia Highsmith firmó dos novelas míticas para la historia del cine, El talento de Mr. Ripley y El juego de Ripley. No podía imaginar, o sí porque era persona intuitiva, que darían tanto juego en la pantalla. Porque creó un personaje de diez y una trama que sustenta cualquier estructura. De modo que, prestos a ello, los directores de cine le han sacado provecho. Hasta cuatro versiones hay para el cine y una serie, que es de la que hablo aquí, para poner delante de nuestros ojos a un personaje poliédrico, ambiguo, extraño y, a la vez, extraordinariamente atractivo. Tom Ripley .  Andrew Scott es el último Ripley y no tiene nada que envidiarle a los anteriores, muy al contrario, está por encima de todos ellos. Ninguno  ha sabido darle ese tono entre desvalido y canalla que tiene aquí, en la serie de Netflix . Ya sé que decir serie de Netflix tiene anatema para muchos, pero hay que sacudirse los esquemas y dejarse de tonterías. Esta serie hay que verla porque, de lo c

Un aire del pasado

  (Foto: Manuel Amaya. San Fernando. Cádiz) Éramos un ejército sin pretensiones de batalla. Ese verano, el último de un tiempo que nos había hechizado, tuvimos que explorar todas las tempestades, cruzar todas las puertas, airear las ventanas. Mirábamos al futuro y cada uno guardaba dentro de sí el nombre de su esperanza. Teníamos la ambición de vivir, que no era poco. Y algunos, pensábamos cruzar la frontera del mar, dejar atrás los esteros y las noches en la Plaza del Rey, pasear por otros entornos y levantarnos sin dar explicaciones. Fuimos un grupo durante aquellos meses y convertimos en fotografía nuestros paisajes. Los vestidos, el pelo largo y liso, la blusa, con adornos amarillos, el azul, todo azul, de aquel nuestro horizonte. Teníamos la esperanza y no pensamos nunca que fuera a perderse en cualquier recodo de aquel porvenir. Esa es la sonrisa del adiós y la mirada de quien sabe que ya nunca nada se escribirá con las mismas palabras.  Aquel verano fue el último antes de separa

La paz es un cuadro de Sorolla

  (Foto: Museo Sorolla) La paz es un patio con macetas con una silla baja para poder leer. Y algunos rayos de sol que entren sin molestar y el susurro genuino del agua en una alberca o en un grifo. Y mucho verde y muchas flores rojas, rosas, blancas y lilas. Y tiestos de barro y tiestos de cerámica. Colores. Un cuadro de Sorolla. La paz es un cuadro de Sorolla.  Dos veces tuve un patio, dos veces lo perdí. Del primero apenas si me acuerdo, solo de aquellos arriates y ese sol que lo cruzaba inclemente y a veces el rugido del levante y una pared blanca donde se reflejaban las voces de los niños y una escalera que te llevaba al mejor escondite: la azotea, que refulgía y empujaba las nubes no se sabía adónde. Un rincón mágico era ese patio, cuya memoria olvidé, cuya fotografía no existe, cuya realidad es a veces dudosa.  Del segundo jardín guardo memoria gráfica y memoria escrita porque lo rememoro de vez en cuando, queriendo que vuelva a existir, queriendo que las plantas revivan y que la

Woody en París

  Los que formamos la enorme legión de militantes en la fe Allen esperamos siempre con entusiasmo y expectación su última película, no la que termine con su carrera sino la que continúe con la misma. A ver qué dice, a ver qué pasa, a ver qué cuenta. Esperamos su narrativa y sus imágenes, creemos en sus intenciones y admiramos que vuelva a trabajar con profesionales tan magníficos como este Vittorio Storaro, director de fotografía, que dejó en la retina sus dorados memorables en otras de sus películas y que ahora plasma un París de ensueño. ¿Quién no querría recorrer este París? En el imaginario Allen tiene un papel esencial la suerte, la casualidad, aquello que surge sin esperarlo y que te cambia la vida. Él cree firmemente en eso y nosotros también. Shakespeare lo llamaría "el destino" y Jane Austen trataría de que la razón humana compensara las novelerías de la naturaleza. Allen también cree en la fuerza de la atracción y en la imposible lucha del ser humano contra sí mismo

“Anna Karénina“ de Lev N. Tolstói

Leí esta novela hace muchos años y no he vuelto a releerla completa. Solo fragmentos de vez en cuando, pasajes que me despiertan interés. Sin embargo, no he olvidado sus personajes, su trama, sus momentos cumbre, su trasfondo, su contexto, su sentido. Su espíritu. Es una obra que deja poso. Es una novela que no pasa nunca desapercibida y tiene como protagonista a una mujer poderosa y, a la vez, tan débil y desgraciada que te despierta sentimientos encontrados. Como le sucede a las otras dos grandes novelas del novecientos, Ana Ozores de La Regenta y Emma Bovary de Madame Bovary, no se trata de personas a las que haya que imitar ni admirar, porque más que otra cosa tienen grandes defectos, porque sus conductas no son nada ejemplares y porque parecen haber sido trazadas por sus mejores enemigos. Eso puede llamarse realismo. Con cierta dosis de exageración a pesar de que no se incida en este punto cuando se habla de ellos. Los hombres que las escribieron, Tolstói, Clarín y Flaubert, no da