Ir al contenido principal

"Noches sin dormir" de Elvira Lindo


(María Blanchard)

Las ciudades son, a veces, territorios inhóspitos; lugares habitados por sueños imposibles; reductos de la soledad; imperios de la sinrazón...Cada una de ellas presenta su cara a la consideración de sus habitantes o de aquellos que, circunstancialmente, las visitan. Son entes vivos, paraísos inopinados, lugares levíticos. Las ciudades generan una forma de vida que plantea continuos dilemas. Elecciones. Qué hacer, dónde ir, qué camino tomar. No son espacios únicos, sino polivalentes, llenos de posibilidades, de recovecos, de momentos diferentes. 

Las estaciones, por ejemplo, se manifiestan en las ciudades de una forma especial. La naturaleza tiene aquí reducidas muestras, escasas formas de expresión, pero, las que existen, ofrecen un caleidoscopio de miradas, todas ellas abiertas a que cada cual las interprete a su modo. Es inenarrable el espectáculo de los parques o jardines cuando llega el otoño, con las doradas hojas balanceándose o cubriendo el suelo. Es asombroso el atardecer en medio de una gran avenida surcada de coches y de viandantes que transitan airosos de un lugar a otro. Es espectacular la visión del invierno en cualquier calle recoleta, en cualquier plaza escondida. Es, por fin, abrasador, la vivencia del verano en un tórrido pasaje urbano solitario. 

Las ciudades con río presentan una fisonomía definida por su calle de plata, el largo y estrecho canal que ocupa su corazón dejando a cada lado una estrategia vital distinta. Las ciudades con mar ofrecen un diálogo permanente entre los anocheceres y la aurora, entre la pleamar y la bajamar, entre las olas y el silencio del paisaje marino. Las ciudades asomadas a un valle se recuestan en la soledad angustiosa de un tiempo placentero y lleno de momentos de reposo infinito. Las ciudades que se cimbrean en la montaña, colgadas en lo alto, miran hacia el cielo con familiaridad, escriben letras llenas de interrogaciones y sorpresas. 

Las urbes antiguas muestran orgullosas su pasado, las más modernas abren la puerta a nuevas tradiciones. Las agrociudades revelan un sistema de vida lleno de matices y pequeños detalles cotidianos. Las ciudades industriales se ocultan en pasajes agotadores y en vivencias plenas de un personal humano que transita en el agobio. Todas las ciudades tienen algo que decirnos, todas escriben su historia mirándonos directamente a los ojos, en todas ellos encontramos un motivo para volver o para estar. Las ciudades nos acogen mucho antes de que lo sepamos, nos esperan a veces, nos llaman en ocasiones, nos atraen casi siempre. 

Elvira Lindo ha estado en Nueva York. Allí, con su marido, Antonio Muñoz Molina, ha vivido una existencia particular. Como todos nosotros. Porque no hay más o menos en ser habitante de un lugar cualquier. Y lo ha escrito. La diferencia está en escribir o no. La diferencia está en contar las cosas. Ella lo cuenta y así nosotros tenemos constancia de sus pensamientos, deseos y sueños. Recorrer una ciudad y contarlo marca una forma de entenderla que no siempre se sucede a nuestros ojos. Dibujar la ciudad, su perímetro, sus gentes, ese encuentro inesperado, ese edificio que nos llamó la atención. Reseñar un sucedido cualquiera, mirar con ojos de quien usa la palabra como instrumento. Ser arquitectos de lo vivido. La visión de la palabra, la visión de las fotografías, la narración directa. He sido yo, he estado aquí, en esta ciudad he dejado horas de mi vida, sentimientos. Aquí he sido amada, he amado, he buscado una verdad, he encontrado certezas, me he hecho preguntas. 



Leeré este libro y me haré mis propias interrogantes. Pensaré en las ciudades de mi vida y tendré alguna palabra para ellas. Allí estarán las imágenes que guardo como un tesoro que no se puede derramar en manos de nadie. Salvo en el recuerdo que queda escrito. Salvo en la certeza de la palabra toda. Así haré algún día, estoy segura. 

Comentarios

Entradas populares de este blog

"Baumgartner" de Paul Auster

  Ha salido un nuevo libro de Paul Auster. Algunos lectores parece que han cerrado ya su relación con él y así lo comentaban. Han leído cuatro o cinco de sus libros y luego les ha parecido que todo era repetitivo y poco interesante. Muchos autores tienen ese mismo problema. O son demasiado prolíficos o las ideas se les quedan cortas. Es muy difícil mantener una larga trayectoria a base de obras maestras. En algunos casos se pierde la cabeza completamente a la hora de darse cuenta de que no todo vale.  Pero "Baumgartner" tiene un comienzo apasionante. Tan sencillo como lo es la vida cotidiana y tan potente como sucede cuando una persona es consciente de que las cosas que antes hacía ahora le cuestan un enorme trabajo y ha de empezar a depender de otros. La vejez es una mala opción pero no la peor, parece decirnos Auster. Si llegas a viejo, verás cómo las estrellas se oscurecen, pero si no llegas, entonces te perderás tantas cosas que desearás envejecer.  La verdadera pérdida d

“El dilema de Neo“ de David Cerdá

  Mi padre nos enseñó la importancia de cumplir los compromisos adquiridos y mi madre a echar siempre una mirada irónica, humorística, a las circunstancias de la vida. Eran muy distintos. Sin embargo, supieron crear intuitivamente un universo cohesionado a la hora de educar a sus muchísimos hijos. Si alguno de nosotros no maneja bien esas enseñanzas no es culpa de ellos sino de la imperfección natural de los seres humanos. En ese universo había palabras fetiche. Una era la libertad, otra la bondad, otra la responsabilidad, otra la compasión, otra el honor. Lo he recordado leyendo El dilema de Neo.  A mí me gusta el arranque de este libro. Digamos, su leit motiv. Su preocupación porque seamos personas libres con todo lo que esa libertad conlleva. Buen juicio, una dosis de esperanza nada desdeñable, capacidad para construir nuestras vidas y una sana comunicación con el prójimo. Creo que la palabra “prójimo“ está antigua, devaluada, no se lleva. Pero es lo exacto, me parece. Y es importan

Ripley

  La excepcional Patricia Highsmith firmó dos novelas míticas para la historia del cine, El talento de Mr. Ripley y El juego de Ripley. No podía imaginar, o sí porque era persona intuitiva, que darían tanto juego en la pantalla. Porque creó un personaje de diez y una trama que sustenta cualquier estructura. De modo que, prestos a ello, los directores de cine le han sacado provecho. Hasta cuatro versiones hay para el cine y una serie, que es de la que hablo aquí, para poner delante de nuestros ojos a un personaje poliédrico, ambiguo, extraño y, a la vez, extraordinariamente atractivo. Tom Ripley .  Andrew Scott es el último Ripley y no tiene nada que envidiarle a los anteriores, muy al contrario, está por encima de todos ellos. Ninguno  ha sabido darle ese tono entre desvalido y canalla que tiene aquí, en la serie de Netflix . Ya sé que decir serie de Netflix tiene anatema para muchos, pero hay que sacudirse los esquemas y dejarse de tonterías. Esta serie hay que verla porque, de lo c

Un aire del pasado

  (Foto: Manuel Amaya. San Fernando. Cádiz) Éramos un ejército sin pretensiones de batalla. Ese verano, el último de un tiempo que nos había hechizado, tuvimos que explorar todas las tempestades, cruzar todas las puertas, airear las ventanas. Mirábamos al futuro y cada uno guardaba dentro de sí el nombre de su esperanza. Teníamos la ambición de vivir, que no era poco. Y algunos, pensábamos cruzar la frontera del mar, dejar atrás los esteros y las noches en la Plaza del Rey, pasear por otros entornos y levantarnos sin dar explicaciones. Fuimos un grupo durante aquellos meses y convertimos en fotografía nuestros paisajes. Los vestidos, el pelo largo y liso, la blusa, con adornos amarillos, el azul, todo azul, de aquel nuestro horizonte. Teníamos la esperanza y no pensamos nunca que fuera a perderse en cualquier recodo de aquel porvenir. Esa es la sonrisa del adiós y la mirada de quien sabe que ya nunca nada se escribirá con las mismas palabras.  Aquel verano fue el último antes de separa

La paz es un cuadro de Sorolla

  (Foto: Museo Sorolla) La paz es un patio con macetas con una silla baja para poder leer. Y algunos rayos de sol que entren sin molestar y el susurro genuino del agua en una alberca o en un grifo. Y mucho verde y muchas flores rojas, rosas, blancas y lilas. Y tiestos de barro y tiestos de cerámica. Colores. Un cuadro de Sorolla. La paz es un cuadro de Sorolla.  Dos veces tuve un patio, dos veces lo perdí. Del primero apenas si me acuerdo, solo de aquellos arriates y ese sol que lo cruzaba inclemente y a veces el rugido del levante y una pared blanca donde se reflejaban las voces de los niños y una escalera que te llevaba al mejor escondite: la azotea, que refulgía y empujaba las nubes no se sabía adónde. Un rincón mágico era ese patio, cuya memoria olvidé, cuya fotografía no existe, cuya realidad es a veces dudosa.  Del segundo jardín guardo memoria gráfica y memoria escrita porque lo rememoro de vez en cuando, queriendo que vuelva a existir, queriendo que las plantas revivan y que la

Woody en París

  Los que formamos la enorme legión de militantes en la fe Allen esperamos siempre con entusiasmo y expectación su última película, no la que termine con su carrera sino la que continúe con la misma. A ver qué dice, a ver qué pasa, a ver qué cuenta. Esperamos su narrativa y sus imágenes, creemos en sus intenciones y admiramos que vuelva a trabajar con profesionales tan magníficos como este Vittorio Storaro, director de fotografía, que dejó en la retina sus dorados memorables en otras de sus películas y que ahora plasma un París de ensueño. ¿Quién no querría recorrer este París? En el imaginario Allen tiene un papel esencial la suerte, la casualidad, aquello que surge sin esperarlo y que te cambia la vida. Él cree firmemente en eso y nosotros también. Shakespeare lo llamaría "el destino" y Jane Austen trataría de que la razón humana compensara las novelerías de la naturaleza. Allen también cree en la fuerza de la atracción y en la imposible lucha del ser humano contra sí mismo

“Anna Karénina“ de Lev N. Tolstói

Leí esta novela hace muchos años y no he vuelto a releerla completa. Solo fragmentos de vez en cuando, pasajes que me despiertan interés. Sin embargo, no he olvidado sus personajes, su trama, sus momentos cumbre, su trasfondo, su contexto, su sentido. Su espíritu. Es una obra que deja poso. Es una novela que no pasa nunca desapercibida y tiene como protagonista a una mujer poderosa y, a la vez, tan débil y desgraciada que te despierta sentimientos encontrados. Como le sucede a las otras dos grandes novelas del novecientos, Ana Ozores de La Regenta y Emma Bovary de Madame Bovary, no se trata de personas a las que haya que imitar ni admirar, porque más que otra cosa tienen grandes defectos, porque sus conductas no son nada ejemplares y porque parecen haber sido trazadas por sus mejores enemigos. Eso puede llamarse realismo. Con cierta dosis de exageración a pesar de que no se incida en este punto cuando se habla de ellos. Los hombres que las escribieron, Tolstói, Clarín y Flaubert, no da