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Mostrando entradas de junio, 2015

La espuma de los días

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La espuma de los días es el título de esta entrada y también el título de un libro de Boris Vian que leí hace años. Alguien me lo recomendó. Recuerdo bien quien era. Un chico extraño, inteligente y paranoico, que se movía mal en sociedad y que tenía algunas manías dudosas. Miedo, sobre todo, a perder su rebeldía o a alejarse de sus principios. Un chico raro que leía cosas raras y que me parecía atractivo entonces, con esa clase de misterio que adorna las mentes privilegiadas pero atormentadas. Leí el libro y me produjo una rara sensación. Un nenúfar que crece en una chica. Cosas de autores como estos, tan alejados de mis "chicas" inglesas. Volví a leer mis cosas y ahora ya no reniego de lo que me gusta, sino que me afirmo en mis intenciones y vuelvo los ojos a lo que soy, me acepto, me respeto y me cansa la tontería de fingir. Se lee lo que se lee y no pasa nada por no leer lo último de, o lo primero de tal.  La espuma de los días a la que me refiero no es la que llena

El mar se ha teñido de azul

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Sorolla pintó el mar. Richard Gere tenía vértigo. No había, en el lujoso hotel de Hollywood, ningún ático en el primer piso. Frente a mí, el mar. Un mar que no es el mío. Un mar azul, en lugar de verde. Un mar cerrado, en vez de oceánico. Alberti hablaba de "la mar". La mar de Cádiz, por supuesto.  La terraza del ático vuela sobre el edificio. En la línea del Paseo Marítimo están las palmeras. Enhiestas, firmes, seguras. Las hojas se balancean con un viento variable que aquí es fresco pero que, en el oeste, es terriblemente caluroso. El este y el oeste de Andalucía van a la contra, son paraísos opuestos. Hemos contemplado un eclipse de luna, sentados en la arena, en la línea frágil que separa la tierra del agua. Las mareas, las olas, los vientos, son ahora nuestro lenguaje cierto, el modo en que nos comunicamos.  Fíjate en el horizonte. Es azul. El final de la tierra es azul. La espuma de las olas es azul. El azul es el color en el que escribo los sentimientos,

Fin de curso

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Los últimos días de junio son especiales. En las escuelas, los colegios, los institutos, se repite un mismo rito, una suerte de ceremonia, con algunas variantes, pero con la misma esencia. Despedir el curso. A veces, con el curso, se despide a las personas, a aquellos que se jubilan o se marchan del centro. En esta profesión es tan corriente despedirse...Los profesores son itinerantes, se mueven de un lugar a otro, derramando los afectos como si fueran un tarro de perfume que se abre y no se controla. En ocasiones, los niños se marchan. Cambian de escenario, de etapa, se van a la universidad, se lanzan a realizar otros estudios, a la vida del trabajo, quién sabe. Cambios, marchas, despedidas, los ritos del final de curso.  Todo ello genera un ritmo especial. Es una clase de melodía acompasada que tiene muchos momentos. Los directores de orquesta varían pero los protagonistas son los mismos. Niños, profesores, padres. En las casas, la vivencia del fin del período escolar anteced

"No te lo vas a creer" de Sophie Kinsella

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Te pongo en situación. Uno de esos días jodidos, jodidos, en los que todo parece salir mal. En los que todo sale mal. Te duele la espalda. Los zapatos te molestan justo en el dedo pequeño del pie izquierdo. Tienes que hacer varias compras y vas mal de tiempo. A la hora de salir del trabajo te surge un imprevisto que te retrasa aún más. Una de tus mejores amigas se ha cogido un cabreo del quince no sabes por qué y tampoco te lo dirá fácilmente. Hace mal tiempo. El verano anticipado de que disfrutabas se ha esfumado y, en su lugar, hay una especie de neblina absurda que te obliga a llevar otra vez cazadora vaquera...y con sandalias. El chico que te gusta (el hombre que te encanta) no te hace ni caso. Está en uno de esos impasses en los que ni frío ni calor. Ya no sabes si odiarlo para siempre o ponerle velas a San Antonio. ¿Más?  En uno de esos momentos pasas por delante de una librería y tienes una inspiración. Oh, sí, hoy leeré un libro. Me dejaré de vagabundear por las redes

Magnífico mamarracho

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Puedes escribir un post desde la fascinación o desde la crítica furibunda. Este último es el caso de ahora. Recién vista, aunque con notable esfuerzo, la versión Keireana de "Orgullo y Prejuicio" me reafirmo en mi primera idea: es un auténtico mamarracho. Me da igual quién sea el director, quién ha hecho el cásting y, vive Dios, a quién se le ocurrió la idea de convertir el libro en una telenovela mexicana. He leído por ahí que no quisieron seguir la senda de la versión de 1995 de la BBC. Pero, almas de cántaro, si es una versión extraordinaria, cómo se os ocurre. No obstante, tampoco era necesario el copieteo de la BBC sino haberse leído el libro. Porque creo que esto es lo que ha fallado. En mi arrebato, he coleccionado los errores que observo en la versión y que os cuento, con saña, desde luego, sin perdones: 1. La lectura: Hacer aparecer a Lizzy Bennet como una lectora empedernida. 2. La casa: La casa de los Bennet es, directamente, una leonera. No eran campe

El aire de Velázquez

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Parece ser que, un día como hoy, nació Diego Velázquez en la ciudad de Sevilla y en el año de gracia de 1599. Si Shakespeare es, para mí, el máximo valor de la literatura, no tengo duda alguna en que Velázquez lo es de la pintura. Y ello porque su obra nos enseña un camino que transitó con maestría y que abrió paso y anticipó lo que doscientos cincuenta años después ocurriría, esto es el arte moderno.  La intuición velazqueña se une a su formación, en la que el maestro Pacheco tuvo arte y parte, así como  a  sus condiciones, a lo que llamamos talento y, desde luego, a su trabajo. No fue un pintor al uso, que repitiera temas o que se anclara en lo conocido. Antes al contrario, indagó y buscó soluciones a los problemas que él mismo creara. Y esto, en un funcionario de la Corte, no tiene un significado fútil. La personalidad de Velázquez ha sido tratada siempre en función de su obra como suele ocurrir en España con sus hijos más preclaros, pero poca luz se arroja acerca de su per

"Invitación al baile" de Rosamond Lehmann

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La primera vez que acudí a un baile en serio, con vestido nuevo y chico acompañante, fue al terminar el instituto. La fiesta se organizó con todo lujo de detalles y recuerdo todavía, con inevitable nostalgia, la excitación que me produjo la elección del vestido, el peinado, los adornos y los zapatos. Quizá mucho más que la elección del chico, que no era sino el enamorado de turno. Un amor efímero como deben serlo todos los de la adolescencia y aun la juventud.  En la Inglaterra de los años 30, entre una guerra y otra, el primer baile, la puesta de largo, era un rito de enorme fastuosidad en las familias que podían acceder a esa ceremonia iniciática. Familias acomodadas de la pequeña nobleza rural, burgueses, por supuesto la aristocracia. Fuera cual fuera la clase social, el baile despertaba la ilusión, el deseo y las expectativas en todas y cada una de las chicas. Recuerdo mi propio vestido en ese baile del instituto. Era de gasa color lavanda y tenía unos tirantes mínimos,

Catorce versos

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En la novela de Jane Austen "Sentido y Sensibilidad", llevada al cine delicadamente por Ang Lee, Marianne recita un soneto de William Shakespeare. Los sonetos de Shakespeare están envueltos en misterio, en duda. Los expertos no se ponen de acuerdo en muchos de ellos, en su autoría, en su motivo, en su fondo, en su historia. La vida de Will S. es tan novelesca como las novelas que escribía, en  esos mismos años, Miguel de Cervantes, el otro dardo en la diana de la literatura. En "Sentido y Sensibilidad" Marianne representa el desapego de las fórmulas sociales y la búsqueda del amor verdadero, un amor sin disimulos, sin dobles sentidos, un amor entregado y generoso. La vida no será propicia para ella y la mendacidad, las convenciones sociales y el engaño, harán que sufra cruelmente. En contraposición, el otro personaje femenino principal, su hermana Elinor, modelo de sensatez y de cordura, tendrá mayor fortuna, desde luego, porque Edward Ferrars, el hombre del q