Ir al contenido principal

Georges et Philippe

La editorial dÉpoca está llevando a cabo un rescate meritorio de obras literarias olvidadas. Obras que, en la mayoría de los casos, tuvieron enorme éxito en su momento pero que el paso del tiempo ha borrado de la memoria y de los anaqueles de los lectores. En el caso de esta obra que comentamos hay que destacar una circunstancia. Su autor, periodista y novelista, contemporáneo de Zola y del naturalismo, tuvo que convivir con el amor de los públicos y la hostilidad de los críticos, que rechazaron su obra porque la consideraban anacrónica. Esto de la crítica daría para mucho. En cuántas ocasiones esa crítica aniquila la labor literaria, o, al menos, la oculta, la ningunea. Para nuestro autor eso tuvo que ser difícil. En todo caso no le impidió gozar al menos veinte años del favor de los lectores y de su fidelidad, así como dedicarse en serio, de manera profesional, sistemática, al oficio de escritor. 

Bueno será, por tanto, dedicar esta entrada a la memoria de quién ha estado sepultado en el olvido. Georges Ohnet nació en París en 1848, dentro de una familia burguesa y acomodada. Esa burguesía será la clase social que protagonice sus obras, constituyendo un contrapunto a los textos de los escritores naturalistas que situaron en el epicentro a las clases más populares y desfavorecidas. Ohnet vivió en un ambiente familiar dominado por la cultura y la ciencia, tuvo una buena formación escolar y estudió leyes, que era la carrera más común para una persona con capacidad y buena disposición en ese tiempo. Fue abogado y periodista, columnista por más señas. Ser columnista dota a quién realiza este trabajo de una serie de hábitos muy recomendables para el escritor, por ejemplo, el propio oficio de escribir, la disciplina. Comenzó escribiendo obras dramáticas pero luego fue la novela el terreno al que más tiempo dedicó. Así desarrolló una serie narrativa llamada Les batailles de la vie. Dentro de dicha serie es Philippe Derblay o Amor y orgullo, su obra maestra. Fue publicada en 1882. 

El favor de los lectores, que fue inmediato, no se correspondió con la aceptación de la crítica ni de sus colegas escritores, que podrían incluso estar celoso de ese éxito. Sin embargo, Ohnet permaneció ajeno a la crítica y a los desdenes, enfrascado en su labor literaria, convencido de su camino como escritor, fiel a sus ideas y su forma de escribir. No fue ajeno, sin embargo, a las tensiones sociales que se vivían entonces, pues las incluyó en sus novelas, retratando la lucha de clases entre una aristocracia decadente y una pujante burguesía a la que su familia pertenecía. El éxito de la novela fue tal que se convirtió, asimismo, en una obra de teatro, adaptada por el propio autor. 

La reseña de contenido de la obra nos presenta a Claire de Beaulieu, aristócrata joven, hermosa y enamorada de un primo arruinado y libertino, que la deja desairada al comprometerse con una joven sin títulos pero muy rica. Claire, por despecho, se compromete con un ingeniero y propietario de una siderurgia, el joven Philippe Derblay. He aquí el arranque argumental que pondrá en escena amores, venganzas, odios, dinero, pasión, poder, orgullo, todo un cóctel de sentimientos y emociones que el autor desgrana a lo largo de las páginas impregnando al lector hasta el final. 


Comentarios

Entradas populares de este blog

“El dilema de Neo“ de David Cerdá

  Mi padre nos enseñó la importancia de cumplir los compromisos adquiridos y mi madre a echar siempre una mirada irónica, humorística, a las circunstancias de la vida. Eran muy distintos. Sin embargo, supieron crear intuitivamente un universo cohesionado a la hora de educar a sus muchísimos hijos. Si alguno de nosotros no maneja bien esas enseñanzas no es culpa de ellos sino de la imperfección natural de los seres humanos. En ese universo había palabras fetiche. Una era la libertad, otra la bondad, otra la responsabilidad, otra la compasión, otra el honor. Lo he recordado leyendo El dilema de Neo.  A mí me gusta el arranque de este libro. Digamos, su leit motiv. Su preocupación porque seamos personas libres con todo lo que esa libertad conlleva. Buen juicio, una dosis de esperanza nada desdeñable, capacidad para construir nuestras vidas y una sana comunicación con el prójimo. Creo que la palabra “prójimo“ está antigua, devaluada, no se lleva. Pero es lo exacto, me parece. Y es importan

Ripley

  La excepcional Patricia Highsmith firmó dos novelas míticas para la historia del cine, El talento de Mr. Ripley y El juego de Ripley. No podía imaginar, o sí porque era persona intuitiva, que darían tanto juego en la pantalla. Porque creó un personaje de diez y una trama que sustenta cualquier estructura. De modo que, prestos a ello, los directores de cine le han sacado provecho. Hasta cuatro versiones hay para el cine y una serie, que es de la que hablo aquí, para poner delante de nuestros ojos a un personaje poliédrico, ambiguo, extraño y, a la vez, extraordinariamente atractivo. Tom Ripley .  Andrew Scott es el último Ripley y no tiene nada que envidiarle a los anteriores, muy al contrario, está por encima de todos ellos. Ninguno  ha sabido darle ese tono entre desvalido y canalla que tiene aquí, en la serie de Netflix . Ya sé que decir serie de Netflix tiene anatema para muchos, pero hay que sacudirse los esquemas y dejarse de tonterías. Esta serie hay que verla porque, de lo c

Un aire del pasado

  (Foto: Manuel Amaya. San Fernando. Cádiz) Éramos un ejército sin pretensiones de batalla. Ese verano, el último de un tiempo que nos había hechizado, tuvimos que explorar todas las tempestades, cruzar todas las puertas, airear las ventanas. Mirábamos al futuro y cada uno guardaba dentro de sí el nombre de su esperanza. Teníamos la ambición de vivir, que no era poco. Y algunos, pensábamos cruzar la frontera del mar, dejar atrás los esteros y las noches en la Plaza del Rey, pasear por otros entornos y levantarnos sin dar explicaciones. Fuimos un grupo durante aquellos meses y convertimos en fotografía nuestros paisajes. Los vestidos, el pelo largo y liso, la blusa, con adornos amarillos, el azul, todo azul, de aquel nuestro horizonte. Teníamos la esperanza y no pensamos nunca que fuera a perderse en cualquier recodo de aquel porvenir. Esa es la sonrisa del adiós y la mirada de quien sabe que ya nunca nada se escribirá con las mismas palabras.  Aquel verano fue el último antes de separa

Rocío

  Tiene la belleza veneciana de las mujeres de Eugene de Blaas y el aire cosmopolita de una chica de barrio. Cuando recorríamos las aulas de la universidad había siempre una chispa a punto de saltar que nos obligaba a reír y, a veces, también a llorar. Penas y alegrías suelen darse la mano en la juventud y las dos conocíamos su eco, su sabor, su sonido. Visitábamos las galerías de arte cuando había inauguración y canapés y conocíamos a los pintores por su estilo, como expertas en libros del laboratorio y como visitantes asiduas de una Roma desconocida. En esos años, todos los días parecían primavera y ella jugaba con el viento como una odalisca, como si no hubiera nada más que los juegos del amor que a las dos nos estaban cercando. La historia tenía significados que nadie más que nosotras conocía y también la poesía y la música. El flamenco era su santo y seña y fue el punto culminante de nuestro encuentro. Ella lo traía de familia y yo de vocación. Y ese aire no nos abandona desde ent

“Anna Karénina“ de Lev N. Tolstói

Leí esta novela hace muchos años y no he vuelto a releerla completa. Solo fragmentos de vez en cuando, pasajes que me despiertan interés. Sin embargo, no he olvidado sus personajes, su trama, sus momentos cumbre, su trasfondo, su contexto, su sentido. Su espíritu. Es una obra que deja poso. Es una novela que no pasa nunca desapercibida y tiene como protagonista a una mujer poderosa y, a la vez, tan débil y desgraciada que te despierta sentimientos encontrados. Como le sucede a las otras dos grandes novelas del novecientos, Ana Ozores de La Regenta y Emma Bovary de Madame Bovary, no se trata de personas a las que haya que imitar ni admirar, porque más que otra cosa tienen grandes defectos, porque sus conductas no son nada ejemplares y porque parecen haber sido trazadas por sus mejores enemigos. Eso puede llamarse realismo. Con cierta dosis de exageración a pesar de que no se incida en este punto cuando se habla de ellos. Los hombres que las escribieron, Tolstói, Clarín y Flaubert, no da

La construcción del relato en la ruptura amorosa

Aunque  pasar por un proceso de ruptura amorosa es algo que ocurre a la inmensa mayoría de las personas a lo largo de su vida no hay un manual de actuación y lo que suele hacerse es más por intuición, por necesidad o por simple desesperación. De la forma en que se encare una ruptura dependerá en gran medida la manera en que la persona afectada continúe afrontando el reto de la existencia. Y en muchas ocasiones un mal afrontamiento determinará secuelas que pueden perdurar más allá de lo necesario y de lo deseable.  Esto es particularmente cierto en el caso de los jóvenes pero no son ellos los únicos que ante una situación parecida se encuentran perdidos, con ese aire de expectación desconcentrada, como si en un combate de boxeo a uno de los púgiles le hubieran dado un golpe certero que a punto ha estado de mandarlo al K.O. Incluso cuando las relaciones vienen presididas por la confrontación, cuando se adivina desde tiempo atrás que algo no encaja, la sorpresa del que se ve aban

Novedades para un abril de libros