Ir al contenido principal

Paraísos de papel


Hoy he recorrido dos librerías. Una de ellas, pequeña y de pueblo. La otra, una grande y en el barrio más comercial de la ciudad. Que fue mi barrio durante un tiempo y la calle que paseaba arriba y abajo con mis amigas de entonces.

Recorrer una librería tiene el encanto de lo imprevisto. No sabes qué vas a encontrar y qué te va a llamar la atención. En la librería grande había un expositor para llevárselo entero. Títulos y títulos desconocidos, algunos de editoriales fuertes, otros de editoriales casi desconocidas. Libros de serie A y de serie B, pero todos ellos apetecibles, con portadas maravillosas y títulos atrayentes. Un expositor lleno de libros que no has leído es el espectáculo más extraordinario. Cuando no tenía dinero para comprar libros ya recorría las librerías de mi pueblo-ciudad: La librería Bozano, la librería Piorno...o aquellas otras de Cádiz, que estaban cerca de la Escuela de Magisterio o del Colegio Universitario y que tenían novedades que solamente podíamos ver a través de los cristales de los estantes.

Hubo un tiempo en el que la caza de algunos libros fue una obsesión. Cuando estudiaba la especialidad de Arte, en la Facultad de Geografía e Historia de Sevilla, llegar al Laboratorio de Arte y encontrar el libro exacto que te serviría para preparar la asignatura en cuestión, era una odisea. Mis amigas inseparables de aquellos años (Enriqueta Gómez y Ana Gómez) recordarían, si leyeran este blog, que no es el caso, la búsqueda de una monografía de Egon Schiele o de Munch. Inenarrable ese momento en el que, hallado el libro, había que conservarlo durante el descanso del bocadillo en el mediodía, camuflado para que nadie pudiera arrebatártelo.
Hoy he visto, en esas dos librerías, al menos doce libros que quisiera leer. Títulos expresivos, un autor o autora al que sigues, unas primeras líneas atrayentes...cualquiera de estos motivos puede estar en el deseo de la lectura. Cuánta imaginación en todas estas páginas, en estos títulos que no se repiten, en estos dibujos, fotografías, que llenan las portadas. Quisiera pensar que el amor a los libros se transmite de profesor a alumno pero, lo que sí es seguro es que se transmite de padres a hijos, de madres a hijas, de madre a hijo... Lo sé.

Y aquí tenéis la reseña de uno de los libros que me ha gustado mirar y que voy a leer próximamente. Creo que también os gustará:

Para Aurélie Bredin, una joven y atractiva cocinera, las casualidades no existen, está segura de ello. Regenta, desde hace algún tiempo, el restaurante de la familia, Le Temps des Cerises, un pequeño local con manteles de cuadraditos blancos y rojos en la calle Princesse, a dos pasos del Boulevard Saint-Germain. En ese restaurante, el padre de Aurélie conquistó el corazón de su futura mujer gracias a su famoso menu d'amour.
Y es allí, siempre rodeada del perfume del chocolate y la canela, donde Aurélie ha crecido y ha encontrado consuelo en los momentos difíciles.
Pero ahora, después de un desengaño amoroso, ni siquiera su incurable optimismo y la acogedora calidez de la cocina de su infancia consiguen consolarla.
Una tarde, más triste que nunca, se refugia en una librería. Allí encuentra casualmente una novela titulada La sonrisa de las mujeres. Intrigada, comienza a leerla y descubre un pasaje del libro en el que aparece ella misma y su restaurante. Sorprendida por este regalo inesperado, decide contactar con el autor para darle las gracias. Pero la tarea es todo menos fácil. Cada intento de conocer al escritor —un misterioso y esquivo inglés— es torpedeado por André, el editor que ha publicado la novela. Aurélie no desfallece y cuando finalmente lo consigue, el encuentro será muy distinto de lo que se esperaba. Más romántico y nada casual.
Con pluma fresca, ligera y llena de pasión, Nicolas Barreau mezcla amor, un poco de misterio, el encanto de Paris y la sensualidad de la cocina para regalarnos una historia tierna que alimenta y da calor al corazón.

El libro se llama "La sonrisa de las mujeres" y su autor es Nicolas Barreau (París, 1980). 

Comentarios

leona ha dicho que…
Leí el libro el año pasado, me encantó su portada porque me recordó mi viaje a París y su sinopsis me dejó claro que el libro me gustaría y así fue. Soy una amante de los libros, para mi un tesoro; pero como estos Reyes pasados andaba cortita de euros y me encanta regalar libros, éste se lo regalé a Chael, la compañera de mi hijo Pablo. Quise compartirlo con ella, no se si lo habrá leído pero seguro que le gusta.

Entradas populares de este blog

39 páginas

  Algunas críticas sobre el libro de Annie Ernaux "El hombre joven" se referían a que solo tiene 39 páginas. ¿Cómo es posible que una escritora como ella no haya sido capaz de escribir más de este asunto? se preguntaban esos lectores, o lectoras, no lo sé. Lo que el libro cuenta, en ese tono que fluctúa entre lo autobiográfico y lo imaginado, aunque con pinta de ser más fidedigno que el BOE, es la aventura que vivió la propia Annie con un hombre treinta años más joven que ella, cuando ya era una escritora famosa y él un estudiante enamorado de su escritura. Los escépticos pueden decir al respecto que si no hubiera sido tan famosa y tan escritora no habría tenido nada de nada con el susodicho joven, que, además, podía ser incluso guapo y atractivo, aunque ser joven era aquí el mayor plus, lo máximo. Una mujer mayor no puede aspirar, parece decirnos la historia, a que un joven se interese de algún modo por ella si no tiene algún añadido de interés, una trayectoria, un nombre, u

La primera vez que fui feliz

  Hay fotos que te recuerdan un tiempo feliz, que abren la puerta de la nostalgia y de la dicha, que se expanden como si fueran suaves telas que abrazaran tu cuerpo. Esta es una de ellas. Podría detallar exactamente el momento en que la tomé, la compañía, la hora de la tarde, la ciudad, el sitio. Lo podría situar todo en el universo y no me equivocaría. De ese viaje recuerdo también la almohada del hotel. Nunca duermo bien fuera de mi casa y echo de menos mi almohada como si se tratara de una persona. Pero en esta ocasión, sin elegir siquiera, la almohada era perfecta, era suave, era grande, tenía el punto exacto de blandura y de firmeza. Y me hizo dormir. Por primera vez en muchas noches dormí toda la noche sin pesadillas ni sobresaltos. La almohada ayudó y ayudó el aire de serenidad que lo impregnaba todo. Ayudaron las risas, el buen rollo, la ciudad, el aire, la compañía, el momento. No hay olvido. No hay olvido para todo esto, que se coloca bien ensamblado en ese lugar del cerebro

"Baumgartner" de Paul Auster

  Ha salido un nuevo libro de Paul Auster. Algunos lectores parece que han cerrado ya su relación con él y así lo comentaban. Han leído cuatro o cinco de sus libros y luego les ha parecido que todo era repetitivo y poco interesante. Muchos autores tienen ese mismo problema. O son demasiado prolíficos o las ideas se les quedan cortas. Es muy difícil mantener una larga trayectoria a base de obras maestras. En algunos casos se pierde la cabeza completamente a la hora de darse cuenta de que no todo vale.  Pero "Baumgartner" tiene un comienzo apasionante. Tan sencillo como lo es la vida cotidiana y tan potente como sucede cuando una persona es consciente de que las cosas que antes hacía ahora le cuestan un enorme trabajo y ha de empezar a depender de otros. La vejez es una mala opción pero no la peor, parece decirnos Auster. Si llegas a viejo, verás cómo las estrellas se oscurecen, pero si no llegas, entonces te perderás tantas cosas que desearás envejecer.  La verdadera pérdida d

Siete libros para cruzar la primavera

  He aquí una muestra de siete libros, siete, que pueden convertir cualquier primavera en un paraíso de letra impresa. Siete editoriales independientes de las que a mí me gustan, buenos traductores, editores con un ojo estupendo.  Aquí están Siruela, Impedimenta, Libros del Asteroide, Hermida, Hoja de Lata, Errata Naturae, Periférica. Siete editoriales en las que he encontrado muchos libros bonitos, muchas buenas lecturas. En Errata Naturae los de Edna O'Brien con su traductora Regina López Muñoz, que está también por aquí. De Impedimenta mi querida Stella Gibbons y mi querida Penelope Fitzgerald entre otras escritoras que eran desconocidas para mí. Ah, y Edith Wharton, eterna. Los Asteroides traen a Seicho Matsumoto y eso ya me hace estar en deuda con ellos. Y los clásicos en Hermida. Y Josephine Tey completa en Hoja de Lata. Y Walter Benjamin en Periférica. Siruela es la editorial de las grandes sorpresas. 

Curso de verano

  /Campus de Northwestern University/ Hay días que amanecen con el destino de hacer historia en ti. No los olvidarás por mucho tiempo que transcurra y esbozarás una sonrisa al recordarlos: son esos días que marcan el reloj con un emoticono de felicidad, con una aureola de sorpresa. He vivido mil historias en los cursos de verano. Durante algunos años era una cita obligada con los libros, la historia o el arte, y, desde luego, de todos ellos surgía algo que contar, gente de la que hablar y escenas que recordar. El ambiente parece que crea una especialísima forma de relación entre los profesores y los estudiantes, de manera que no hay quien se resista al sortilegio de una noche de verano leyendo a Shakespeare en una cama desconocida. Aquel era un curso de verano largo, con un tema que a unos apasionaba y a otros aburría, en una suerte de dualidad inconexa. Sin embargo, el plantel de profesores no estaba mal. Había alguna moderna con ínfulas, que este es un género repetido, y también uno

Slim Aarons: la vida no es siempre una piscina

  El modelo de la vida feliz en los cincuenta y sesenta del siglo pasado bien podría ser una lujosa mansión con una maravillosa piscina de agua azul. En sus orillas, hombres y mujeres vestidos elegantemente, con colores alegres y facciones hermosas, charlan, ríen y toman una copa con aire sugestivo. Esto, después del horror de las dos guerras mundiales, bien valía la pena de ser fotografiado. Así lo hizo el fotógrafo Slim Aarons (1916-2006) un testigo directo y también un protagonista entusiasta, del modo de vida de las décadas centrales del siglo XX, en el que había una acuciante necesidad de pasar página, algo que ni la guerra fría consiguió enturbiar. Como si estuviera permanentemente rodando una película y un carismático Cary Grant fuera a aparecer para ennoblecer el ambiente.  Slim nació en una familia judía de Nueva York y tuvo una infancia desastrosa. No había felicidad sino desgracias y eso se le quedó muy grabado. Luego estuvo en la segunda guerra mundial y allí cubrió momento

Días de olor a nardos

  La memoria se compone de tantas cosas sensibles, de tantos estímulos sensoriales, que la mía de la Semana Santa siempre huele a nardos y a la colonia de mi padre; siempre sabe a los pestiños de mi invisible abuelo Luis y siempre tiene el compás de los pasos de mi madre afanándose en la cocina con sus zapatos bajos, nunca con tacones. En el armario de la infancia están apilados los recuerdos de esos tiempos en los que el Domingo de Ramos abría la puerta de las vacaciones. Cada uno de los hermanos guardamos un recuerdo diferente de aquellos días, de esos tiempos ya pasados. Cada uno de nosotros vivía diferente ese espacio vital y ese recorrido único desde la casa a la calle Real o a la explanada de la Pastora o a la plaza de la Iglesia, o a la puerta de San Francisco o al Cristo para ver la Cruz que subía y que bajaba. Las calles de la Isla aparecen preciosas en mi recuerdo, aparecen majestuosas, enormes, sabias, llenas de cierros blancos y de balcones con telas moradas y de azoteas co