El mundo entero a través de un ojo de buey, uno cualquiera del buque Oronsay en travesía de Ceilán a Inglaterra en 1954, le gustaría creer al lector que con el niño Michael (Mina) Ondaatje a bordo —pese a que el autor desmiente que su novela sea autobiográfica—, pues ese mismo fue el viaje que el autor de la celebradísima novela El paciente inglés (1992) —que, por cierto, ni siquiera se nombra ni en la solapa biográfica ni en la nota Sobre el autor del volumen— hizo también a los 11 años, un viaje que su último libro idealiza y convierte en una novela de aprendizaje en toda regla, con fuertes dosis de relato de aventuras y homenajes y guiños a autores y géneros que el autor leyó en su adolescencia, de Joseph Conrad en Juventud o El corazón de las tinieblas a buena parte de la obra de Dickens, de la narrativa de aventuras juveniles de Mark Twain a Robert Louis Stevenson y Julio Verne, de Agatha Christie a William Faulkner, en algún que otro sucinto monólogo febril que evoca espacio y tiempo en apenas un instante, o a Rudyard Kipling, al fin y al cabo Ondaatje, desde su western personal Las obras completas de Billy el Niño (1970), siempre ha querido jugar con los géneros.
Primorosamente escrita, en episodios plausibles que se suceden con la parsimonia de las olas del mar y con lo mejor del Ondaatje poeta puesto al servicio de su prosa plástica (“estaba acostumbrado al exuberante caos del mercado de Pettah, al olor de la tela de sarong al ser extendida, al fruto de los mangostanes, y a libros en rústica empapados por la lluvia en un puesto al aire libre”), y henchida de imágenes que la traducción ha sabido encarecer (“tejiendo un retrato de todos nosotros con lanas de distintos colores”), El viaje de Mina es asimismo el recuerdo imaginario del despertar de la vocación literaria de Ondaatje (y resulta curioso que, en Leer y escribir, V. S. Naipaul, con el que tanto en común tiene nuestro autor, confiese “tenía once años cuando me invadió el deseo de ser escritor”), no en vano el artista se autorretrata al final, de regreso a la madurez desde la que escribe, como un novelista reputado evocando su juventud de curioso impertinente, cuando anotaba en un cuaderno escolar conversaciones oídas a lo largo del día y leía novelas en los trayectos de tren. Inundada de nostalgia, esta última novela de Ondaatje también es un magnífico diario de invierno en el que se consigna qué hermosa fue la magia de la niñez, qué pureza tenía entonces la amistad, qué pronto se está haciendo cada vez más tarde y cómo se vienen el desengaño y el declive, tan callando.
Aventuras en un vodevil conmovedor llenan las páginas de este diario del artista seriamente comprometido con la excelencia de su oficio, mientras la orquesta del buque, “con su habitual uniforme de color ciruela”, toca valses en la cubierta. E la nave va…
(Reseña escrita por Javier Aparicio Maydeu. Blogs de El País, 21 de abril de 2012)
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