El milagro de los pinos
Dedicatoria: a los niños y niñas del Averroes El patio de recreo era enorme, gigantesco. Estaba cercado de una valla de alambre, provisional, que dejaba ver el campo alrededor y las casas que ya empezaban a construirse y que, andando el tiempo, lo rodearían completamente. En el patio no había sombra, el sol caía de plano, únicamente aliviado en la zona del porche, estrecha y alargada. Por eso, los niños decidieron que había que plantar árboles, pues ese barrizal les resultaba poco atractivo para jugar, incluso no eran capaces de recorrerlo entero ni mucho menos llegar hasta el final, a la zona en la que quedaban todavía restos de la obra de construcción, ladrillos rotos y piedras sueltas. Fueron los niños los que dijeron a los maestros que ese patio sin árboles les parecía muy triste y además no les dejaba pasear ni jugar a gusto, pues el sol era muy molesto durante muchos meses del año. Así que, de acuerdo con algunos maestros, buscaron en un vivero cerc