Ir al contenido principal

Un Cervantes para Ana María

Esta mañana Ana María Matute (1925) recibe el Premio Cervantes de manos del Rey, en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares. He escogido esta reseña del Diario Vasco, escrita por Carmen Sigüenza, para situaros a la escritora y su premio.


La dama de la fábula, la niña de 85 años tocada por las hadas y escondida en un cuerpo de mujer con cabellos blancos se ha llevado hoy, por fin, el Cervantes, el único premio de las letras en castellano que le quedaba por recibir y para el que ha sido candidata y finalista durante años.

Esta maga del bosque, como a ella le gusta calificarse, es creadora de un mundo narrativo propio, lleno de unicornios, trasgos, duendes, cuartos cerrados, y paraísos inhabitados, con los que siempre ha intentado buscar su lugar en el mundo. La Edad Media, la infancia, la injusticia social, los marginados, la incomunicación, la guerra y la posguerra, y la otra orilla, porque ella siempre se ha situado "al margen", son los temas que han centrado la gran obra de este mujer, que nació en Barcelona, en 1925 y que a los 17 años escribió su primera novela, Pequeño teatro, una obra que para publicarla necesitaba el permiso de su padre y así lo pudo hacer ocho años más tarde.

Libre, moderna, rebelde, Ana María Matute siempre ha dicho que la palabra era "lo más hermoso que se había creado" y que su sitio, su lugar, era "el bosque" y ese fue el tema, precisamente, que escogió para su discurso de entrada en la Real Academia de la Lengua en 1998 para ocupar el sillón 'K': En el bosque, que así era el título. "El bosque es para mí, el mundo de la imaginación, de la fantasía, del ensueño, pero también de la propia literatura, y, a fin de cuentas, de la palabra", dijo.

La narradora es autora de títulos imprescindibles como Torre vigía, Olvidado Rey Gudú, Aranmanoth, Los soldados lloran de noche, Premio Fastenrath de la Real Academia Española; Los Abel, Fiesta al Noroeste, premio Café Gijón; Pequeño teatro, premio Planeta; Los hijos muertos, premio de la Crítica, en 1958, y Premio Nacional de Literatura en 1959 o Primera memoria, premio Nadal en 1959, entre otros.

Libros para niños

También tiene una inabarcable obra para jóvenes y niños, con cuentos como Los niños tontos, El país de la pizarra, La oveja negra, El verdadero final de la bella durmiente, o La puerta de la luna, el volumen que abrocha todos sus cuentos y que acaba de salir este mes. Muchos de ellos están dedicados a su hijo Juan Pablo. Y como creadora de cuentos para niños, posee también el Premio Nacional de Literatura Infantil por Sólo un pie descalza, 'la Matute', como así le gusta que la llamen, se ha manifestado muy en contra de la idea de lo políticamente correcto en los cuentos que se escriben ahora.

"Lo políticamente correcto lo fastidia todo. Ahora no le puede leer a un niño un clásico, que son fabulosos, porque hoy hay que decirles amén a todo y al final la caperucita se hace amiga del lobo. Y esto no es así, porque en la vida te vas a encontrar lobos tremendos...", decía en una entrevista el pasado año. Además, para la autora la infancia, como para Rilke, "es todo y nos marca a todos de una manera tremenda". "A veces la infancia es más larga que la vida", escribe en "Paraíso inhabitado". Poseedora de una larga nómina de premios, también pertenece a la Hispanic Society of America y la Universidad de Boston tiene una biblioteca con un fondo llamado 'Ana María Matute collection'.

Un vida llena de experiencias

El mundo narrativo de Ana María Matute ha navegado entre los hermanos Grimm, Andersen, Perrault, Proust, Rilke, Chejov, Faulkner o Poe. Cervantina, y hoy premio Cervantes, la mirada, dulce y amable de esta escritora también ha pasado por toda clase de vicisitudes. Hija de una familia burguesa, de padre catalán y madre castellana, vio cómo la guerra civil también afectó de fondo su vida familiar, caracterizada por grandes ausencias. Después, en 1952, se casó con el escritor Eugenio de Goicoechea, 'el malo' y en 1963 se separó, pero como consecuencia de las leyes de la España de aquella época, le quitaron la custodia de su hijo y no pudo verlo durante años.

Hechos, cicatrices, de una autora, que ha viajado por todo el mundo, que ha cruzado casi un siglo y que ha visto "casi todo", y cuya principal característica es la de ser un persona buena, siempre preocupada por el ser humano: "El mundo está tan desquiciado hoy como cuando tenía 14 años. Las formas cambian, pero no el egoísmo y la intolerancia. Todo eso es igual que cuando empecé a vivir", dijo el pasado 10 de noviembre en el Instituto Cervantes.

Comentarios

Entradas populares de este blog

“El dilema de Neo“ de David Cerdá

  Mi padre nos enseñó la importancia de cumplir los compromisos adquiridos y mi madre a echar siempre una mirada irónica, humorística, a las circunstancias de la vida. Eran muy distintos. Sin embargo, supieron crear intuitivamente un universo cohesionado a la hora de educar a sus muchísimos hijos. Si alguno de nosotros no maneja bien esas enseñanzas no es culpa de ellos sino de la imperfección natural de los seres humanos. En ese universo había palabras fetiche. Una era la libertad, otra la bondad, otra la responsabilidad, otra la compasión, otra el honor. Lo he recordado leyendo El dilema de Neo.  A mí me gusta el arranque de este libro. Digamos, su leit motiv. Su preocupación porque seamos personas libres con todo lo que esa libertad conlleva. Buen juicio, una dosis de esperanza nada desdeñable, capacidad para construir nuestras vidas y una sana comunicación con el prójimo. Creo que la palabra “prójimo“ está antigua, devaluada, no se lleva. Pero es lo exacto, me parece. Y es importan

Ripley

  La excepcional Patricia Highsmith firmó dos novelas míticas para la historia del cine, El talento de Mr. Ripley y El juego de Ripley. No podía imaginar, o sí porque era persona intuitiva, que darían tanto juego en la pantalla. Porque creó un personaje de diez y una trama que sustenta cualquier estructura. De modo que, prestos a ello, los directores de cine le han sacado provecho. Hasta cuatro versiones hay para el cine y una serie, que es de la que hablo aquí, para poner delante de nuestros ojos a un personaje poliédrico, ambiguo, extraño y, a la vez, extraordinariamente atractivo. Tom Ripley .  Andrew Scott es el último Ripley y no tiene nada que envidiarle a los anteriores, muy al contrario, está por encima de todos ellos. Ninguno  ha sabido darle ese tono entre desvalido y canalla que tiene aquí, en la serie de Netflix . Ya sé que decir serie de Netflix tiene anatema para muchos, pero hay que sacudirse los esquemas y dejarse de tonterías. Esta serie hay que verla porque, de lo c

Un aire del pasado

  (Foto: Manuel Amaya. San Fernando. Cádiz) Éramos un ejército sin pretensiones de batalla. Ese verano, el último de un tiempo que nos había hechizado, tuvimos que explorar todas las tempestades, cruzar todas las puertas, airear las ventanas. Mirábamos al futuro y cada uno guardaba dentro de sí el nombre de su esperanza. Teníamos la ambición de vivir, que no era poco. Y algunos, pensábamos cruzar la frontera del mar, dejar atrás los esteros y las noches en la Plaza del Rey, pasear por otros entornos y levantarnos sin dar explicaciones. Fuimos un grupo durante aquellos meses y convertimos en fotografía nuestros paisajes. Los vestidos, el pelo largo y liso, la blusa, con adornos amarillos, el azul, todo azul, de aquel nuestro horizonte. Teníamos la esperanza y no pensamos nunca que fuera a perderse en cualquier recodo de aquel porvenir. Esa es la sonrisa del adiós y la mirada de quien sabe que ya nunca nada se escribirá con las mismas palabras.  Aquel verano fue el último antes de separa

Rocío

  Tiene la belleza veneciana de las mujeres de Eugene de Blaas y el aire cosmopolita de una chica de barrio. Cuando recorríamos las aulas de la universidad había siempre una chispa a punto de saltar que nos obligaba a reír y, a veces, también a llorar. Penas y alegrías suelen darse la mano en la juventud y las dos conocíamos su eco, su sabor, su sonido. Visitábamos las galerías de arte cuando había inauguración y canapés y conocíamos a los pintores por su estilo, como expertas en libros del laboratorio y como visitantes asiduas de una Roma desconocida. En esos años, todos los días parecían primavera y ella jugaba con el viento como una odalisca, como si no hubiera nada más que los juegos del amor que a las dos nos estaban cercando. La historia tenía significados que nadie más que nosotras conocía y también la poesía y la música. El flamenco era su santo y seña y fue el punto culminante de nuestro encuentro. Ella lo traía de familia y yo de vocación. Y ese aire no nos abandona desde ent

“Anna Karénina“ de Lev N. Tolstói

Leí esta novela hace muchos años y no he vuelto a releerla completa. Solo fragmentos de vez en cuando, pasajes que me despiertan interés. Sin embargo, no he olvidado sus personajes, su trama, sus momentos cumbre, su trasfondo, su contexto, su sentido. Su espíritu. Es una obra que deja poso. Es una novela que no pasa nunca desapercibida y tiene como protagonista a una mujer poderosa y, a la vez, tan débil y desgraciada que te despierta sentimientos encontrados. Como le sucede a las otras dos grandes novelas del novecientos, Ana Ozores de La Regenta y Emma Bovary de Madame Bovary, no se trata de personas a las que haya que imitar ni admirar, porque más que otra cosa tienen grandes defectos, porque sus conductas no son nada ejemplares y porque parecen haber sido trazadas por sus mejores enemigos. Eso puede llamarse realismo. Con cierta dosis de exageración a pesar de que no se incida en este punto cuando se habla de ellos. Los hombres que las escribieron, Tolstói, Clarín y Flaubert, no da

La construcción del relato en la ruptura amorosa

Aunque  pasar por un proceso de ruptura amorosa es algo que ocurre a la inmensa mayoría de las personas a lo largo de su vida no hay un manual de actuación y lo que suele hacerse es más por intuición, por necesidad o por simple desesperación. De la forma en que se encare una ruptura dependerá en gran medida la manera en que la persona afectada continúe afrontando el reto de la existencia. Y en muchas ocasiones un mal afrontamiento determinará secuelas que pueden perdurar más allá de lo necesario y de lo deseable.  Esto es particularmente cierto en el caso de los jóvenes pero no son ellos los únicos que ante una situación parecida se encuentran perdidos, con ese aire de expectación desconcentrada, como si en un combate de boxeo a uno de los púgiles le hubieran dado un golpe certero que a punto ha estado de mandarlo al K.O. Incluso cuando las relaciones vienen presididas por la confrontación, cuando se adivina desde tiempo atrás que algo no encaja, la sorpresa del que se ve aban

Novedades para un abril de libros