Todos los que estéis interesados en la Historia de América, ese mundo apasionante que te lleva por terrenos que, a nosotros los españoles nos resultan cercanos, tenéis que conocer la obra de Francisco Morales Padrón, Catedrático de Historia de América en la Universidad de Sevilla y que ha muerto hace pocos días. A pesar de su origen canario (o quizá por eso mismo) Morales Padrón (Don Francisco le llamábamos sus alumnos) se integró perfectamente en Sevilla o, mejor dicho, la entendió desde el principio, aunque Sevilla no lo entendió a él. En sus obras escritas hay muchas referencias a la ciudad a la que siempre miró con admiración y sorpresa. Durante el tiempo que lo tuve de profesor, en la especialidad de Historia de América en la Universidad, hace ya muchos años, Don Francisco tenía una amplísima actividad investigadora, en la que sus alumnos colaborábamos, como es costumbre en los departamentos universitarios. Su prestigio en la Universidad de Sevilla, en concreto en la Facultad de Geografía e Historia, era ya incuestionable y siguió creciendo con el paso de los años. Aprendí muchas cosas de él en la asignatura "Historia de los Descubrimientos" y por eso ahora siento su muerte y he vuelto a releer algunos de sus libros. También pienso en la suerte que he tenido como alumna, al tener a tan grandes maestros y profesores, algunos de los cuales me vienen ahora a la memoria, como si fuera un homenaje interior: la señorita María Ángeles Maura, de la escuela; Paco Pedrote, Don Alberto Agudo, Don Rafael Monzón, del Instituto; Genaro Chic, Juan Manuel Suárez Japón, Don Antonio de la Banda, Enrique Valdivieso, Alfonso Braojos, Jesús Palomero o Jorge Bernales, de la Universidad... Gente de la que aprender tantas cosas...
Algunas críticas sobre el libro de Annie Ernaux "El hombre joven" se referían a que solo tiene 39 páginas. ¿Cómo es posible que una escritora como ella no haya sido capaz de escribir más de este asunto? se preguntaban esos lectores, o lectoras, no lo sé. Lo que el libro cuenta, en ese tono que fluctúa entre lo autobiográfico y lo imaginado, aunque con pinta de ser más fidedigno que el BOE, es la aventura que vivió la propia Annie con un hombre treinta años más joven que ella, cuando ya era una escritora famosa y él un estudiante enamorado de su escritura. Los escépticos pueden decir al respecto que si no hubiera sido tan famosa y tan escritora no habría tenido nada de nada con el susodicho joven, que, además, podía ser incluso guapo y atractivo, aunque ser joven era aquí el mayor plus, lo máximo. Una mujer mayor no puede aspirar, parece decirnos la historia, a que un joven se interese de algún modo por ella si no tiene algún añadido de interés, una trayectoria, un nombre, u
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